Quisiera tener un amigo que me mirase y
que volviera a captar de mis ojos los racimos; quisiera tener un amigo que, después
de estrecharle su mano, tuviese
que inclinarme para saciar en ella mi sed.
Quisiera
tener un amigo que golpease mis mejillas, si que golpease mis mejillas con
los dedos del alba si la noche me cela.
Dije esto antes de conoceros, antes de conocer
las rosas que absorben el zumo de los muertos
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