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Pantallerito



Daniel coronel
Enero 15 de 2007
Revista semana

PANTALLERITO


MARIO IGUARÁN CON MUCHO ESTILO.

Una de las impertinencias más grandes en el ámbito de lo jurídico tuvo lugar en un prestigioso restaurante de Miami. Cuando el periodista Julio Sánchez Cristo invito a almorzar al fiscal general de la nación Mario Iguarán, el que por entonces disfrutaba de unas vacaciones junto a su familia.
Después de que Julio Sánchez Cristo invitara almorzar al señor fiscal Mario Iguarán en un prestigioso restaurante de Miami. El doctor Iguarán llegó con el apretadito: con la señora, los niños y la abuelita. Pero no apareció con las manos vacías, no. Para equilibrar las cargas llego con una chiva bajo el brazo, que sería el postre, así como suena, folklórico e improvisado. El fiscal con un estilo inconfundible, con esa fama de ser farandulero en cuanta oportunidad se le presente. No lo pensó dos veces y para sentirse importante en aquella entrevista, anuncio por medio de la radio, la orden de captura contra el gerente y el sub gerente del Banco de Colombia. Dos representantes de los pesos pesados de la economía Colombiana, violando cualquier protocolo jurídico que se lleva en estos casos.
Al otro lado del charco el fiscal general Guillermo Mendoza Diago, encargado del despacho por vacaciones del titular, se encontraba en aprietos gracias a la imprudencia del doctor Iguarán. La Justicia está hecha de formalidades; precisamente el apego a esas formalidades garantiza que las normas prevalezcan sobre el árbitro que las aplica.
Pero todo esto se hizo raro. ¿Como un proceso tan complejo y que tanto tiempo y atención había acaparado, se resolvía mediante el anuncio de las ordenes de captura contra el gerente y el sub gerente del banco de Colombia por el doctor Iguarán, como en cual espacio de farándula se anuncia un chisme?
Ese 4 de enero dio muchas lecciones al país, esas lecciones que por un oído entran y por otro salen. La medida de aseguramiento apresurada iba a tener efectos en la economía nacional. Como los tuvo de acuerdo con los indicies bursátiles. El señor fiscal debió respetar el cauce institucional para su comunicación.
Además de todo el lenguaje vernáculo utilizado por una autoridad a si, tampoco fue acertado, con palabras como “calanchines”-y otras se similar catadura se atrevió a juzgar a los personajes involucrados.


Y fue así como se derrumbo todo. El fiscal de conocimiento cuando descubrió que el código penal y la jurisprudencia de la corte suprema de justicia no le permitían dictar esa medida. Es decir, la fiscalía reconoció que había estudiado las normas solamente después de haber ordenado La detención de las dos personas.
La orden carecía de piso legal y todo lo que anuncio tan pomposamente el propio Fiscal general de la nación se vino abajo, y como era de esperarse no dijo nada cuando la decisión se desplomó. Estuvo listo para reclamar el crédito en los gozosos pero desapareció convenientemente a la hora de los vergonzosos.

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